Monday, December 29, 2014

LA GRAN BORRACHERA.


IGNACIO MARTÍNEZ EIROA Teniente General del Aire


Tal vez sería más exacto escribir “embriaguez” pues a ésta la define el DRAE como 

“enajenamiento del ánimo” y así nos encontramos todos los españoles –salvo muy 
contadas y honrosas excepciones – desde la fecha en que el Jefe del Estado y 
Generalísimo de los Ejércitos D. Francisco Franco Bahamonde entregó su alma al 
Señor. Si, como algunos pensaban, el finado era el causante de todos nuestros males, 
todo serían bienes a partir de entonces. Los españoles no sólo seríamos “justos y 
benéficos”, como proclama la Constitución de 1812, sino que seríamos también 
prósperos, sanos, ricos y felices. Y, todo ello ¡gratis!
Ahora al bajar la marea, llega la resaca, y nos cuesta comprender que no hay nada 
gratis. Cuando alguien disfruta de un bien es porque otro lo ha pagado. Y el que no lo 
paga no lo valora, lo malbarata, lo derrocha. La España que teníamos en 1975 la habían 
pagado nuestros padres y nuestros abuelos. Y muy cara por cierto, y ellos la apreciaban 
en lo que valía, con sus defectos y sus virtudes, que también las tenía.
Pensar que un solo hombre puede modelar una nación es una quimera. La España que 
bajó el telón en 1975 la habían hecho entre todos los españoles, a tuertas y a derechas. 
Como hicieron la de 1936, y la de 1931, y la del 2 de mayo de 1808, y la del 12 de 
octubre de 1492, todas y cada una de las Españas que se han ido sucediendo a lo largo
de los siglos. Las hicieron nuestros antepasados, los españoles de la grandeza y de la 
miseria, el heroísmo y la cobardía, la lealtad y la traición, héroes y villanos. Como todos 
los pueblos pero yendo siempre un poco más allá, hacia lo alto y hacia lo hondo, hacia 
la grandeza y hacia la miseria. Entre todos hicieron este pueblo en el que es más 
peligroso ser Presidente del Gobierno que matador de toros. Hicieron España 
entregando su vida, Prim, Cánovas, Canalejas, Dato, Carrero Blanco, (cinco Presidentes 
de Gobierno)… y, con ellos, tantos españoles heroicos, cuyos nombrees no pasaron a la 
historia; y la hicieron también sus asesinos, unos para el bien y otros para el mal, el 
anverso y el reverso de esta moneada que se llama hombre. E igualmente la hicieron 
aquellas personas de corazón limpio que celebraban los triunfos y lloraban las tragedias, 
mientras realizaban su tarea diaria, anónima y callada. La fiel infantería.
Ahora nos toca a nosotros, a los españoles que a partir de 1975 nos emborrachamos de 
libertad mal entendida y, en nuestra torpe embriaguez, hicimos una tómbola, y 
sorteamos pedazos de España. A todos les tocó una autonomía, hasta aquellos que no 
habían comprado billete (en mi tierra Galicia, sólo votó el 19 % del censo, el 11 % SÍ y 
el 9 % NO) “Café para todos”, - se dijo entonces – cuando lo que convenía era servir 
tila, sosegar a los impacientes, calmar a los ambiciosos, y convocar oposiciones para 
asegurarnos de que ningún cargo público estaría ocupado por un analfabeto funcional.
Se propagó la especie de que todos servíamos para todo y así podía ser Ministro del 
Gobierno de España un personaje que no había cursado la Segunda Enseñanza y alcalde 
de su pueblo el repartidor de butano –con todos mis respetos para tan digno menester, el de 
repartidor.
Y surgieron de la nada diecisiete reinos de taifas con sus respectivas cortes, el 
correspondiente boato, sus representaciones en el extranjero, y el maná en forma de 
asesorías, observatorios, subvenciones y privilegios.
Como botón de muestra nos fijaremos en la noble institución del aforamiento, arcaica 
pero justificada en contados casos. Las personas aforadas gozan de un privilegio, en 
virtud del cual no están incluidas en el Art. 14 de la Constitución y, en consecuencia, no 
son iguales que el resto de los españoles ante la Ley.
Miremos hacia afuera. En Francia están aforados el Presidente de la República y los 
miembros del Gobierno; en Italia el Presidente de la República; en Portugal el 
Presidente de la República; en Alemania nadie; en el Reino Unido nadie; en EEUU 
nadie; en nuestro Estado de las Autonomías están aforadas, ¡más de diez mil personas! 
(Según los catedráticos Sres Esparza y Gómez Colomer)
¿Y, cuántos embajadores con sus correspondientes séquitos han dispersado por el 
mundo nuestros entes autonómicos?
“Que en la diestra y la siniestras tienes tú un par de agujeros por donde se va a los mares 
el río de mis dineros… podríamos cantar a coro los españoles.
Tal vez parte de la peregrina teoría económica de que “el dinero público no es de nadie” 
proclamada por una Señora Ministra de esta tierra del Buscón y el Lazarillo de Tormes, 
oído lo cual, y al grito de, ¡tonto el que no corra!, nos lanzamos a una orgía de apaño y 
derroche que fue el pasmo de Europa.
Apañaron más lo que más corrían, y un Ministro afirmó que España era el país en el que 
uno podía hacerse más rico en menos tiempo (lo sabía por experiencia propia, 
naturalmente)
La Ley de Cajas de Ahorro de 1985 fue el “ábrete sésamo” que permitió a políticos 
sindicalistas entrar a saco en la cueva del tesoro y conseguir que el dinero acumulado en 
cien años de buena gestión no quedara más que polvo.
Son un clamor las críticas de todos los españoles hacia nuestros dirigentes, con 
preferencia cuando gobierna la derecha, pues la izquierda es más complaciente con los 
suyos. Los que nutren ahora las algaradas callejeras parecen haber olvidado que los 
promotores del “desahucio exprés” y el invento de las “preferentes” fueron obra de 
otros ministros de gobiernos “progresistas” pero la memoria es flaca y aquella era 
todavía una época de vino y rosas.
Pero a lo que iba, estamos decepcionados con el comportamiento de nuestros políticos, 
pero los políticos no caen de los árboles, salen de nuestras filas, estuvieron sentados con 
nosotros en los pupitres del colegio, los políticos somos nosotros mismos en unas 
circunstancias distintas. Mientras a los niños españoles no se les grabe en su tierno 
cerebro que copiar en los exámenes es una punible y el castigo es la expulsión del 
colegio todos seremos un remedo, más o menos fidedigno, de Guzmán de Alfarache. 
Ahora bien, la responsabilidad es directamente proporcional a la autoridad; no reviste la 
misma gravedad la corruptela de un guardia municipal, que la de un Ministro de 
Interior, la de un secretario de juzgado que la del Presidente del Tribunal 
Constitucional, o la de un obrero que la del Secretario General de su Sindicato. A mayor 
honra mayor deshonor. Y hasta para ser ladrón hay que tener clase; no es lo mismo 
asaltar el tren de Glasgow que robar el dinero de los parados andaluces.
Ahora llegó el despertar y con él la resaca, no podemos abominar del que tarda en 
traernos la aspirina sino del que nos sirvió el whisky de garrafa. Somos pobres. España 
es un país pobre. Importamos a un precio muy alto cerca del 90% de la energía que 
consumimos. Cuando el primer gobierno socialista decretó el parón nuclear cerró a 
nuestra nación la puerta de entrada al siglo XXI. Francia tiene 59 centrales nucleares, 
España 6 incluyendo Sta María de Garoña que está a punto de cesar su actividad. 
Pagamos la energía a mayor precio que otras naciones de Europa no podemos competir 
en la producción industrial salva bajando los salarios. Podemos vender turismo, 
productos agrícolas, arte e ingenio. La inteligencia se cotiza muy alto y no nos falta, 
pero hay que cultivarla, como los tomates. Y hay que cultivarla en las Universidades y 
las Escuelas Especiales, pero hay que promover el esfuerzo y la excelencia: si la 
Universidad no es selectiva no es Universidad (esto lo oí de labios de Severo Ochoa). El 
arte y la ciencia son muy exigentes –el día en que todos los maletillas toreen en la 
Maestranza se acabó la Fiesta - . Las becas no son una obra de caridad son una 
inversión. Y en cuanto al derecho de todos los jóvenes españoles a tener estudios 
superiores ya se lo respetamos pagándoles el 75% de sus estudios, incluso a los que 
tardan diez años en terminar una carrera de cinco – y presiden luego una autonomía – o 
inician tres carreras y no terminan ninguna, pero triunfan en la política.
Lo importante es la calidad no la cantidad. Una Universidad no son, simplemente, 
magníficos edificios en medio de un bucólico paisaje, una universidad es, en esencia, un 
grupo de hombres de ciencia con vocación de enseñanza rodeados de estudiantes ávidos 
de aprender. Nos faltan alumnos y catedráticos con afán de superación y nos sobran 
universidades y Sindicatos de Estudiantes que cobran cuantiosas subvenciones y, cuyo 
Secretario General, que ronda los treinta años, debía haber abandonado las aulas hace 
tiempo. En España hay 79 universidades y ninguna de ellas figura entre las doscientas 
mejores del mundo; en California hay 10 y tres de ellas entre las seis primeras. De igual 
forma, un aeropuerto no es una pista muy larga y un par de radio-ayudas; un aeropuerto 
son aviones despegando y aterrizando, son pasajeros y mercancías en tránsito. Y una 
estación es un lugar donde paran los trenes y suben y viajan viajeros. Pero se construyen 
aeropuertos donde no aterrizan aviones y estaciones de AVE donde nunca ha parado un 
tren.
¿Para qué están los estudios de rentabilidad? El construir obras públicas no es siempre 
beneficioso para un país, lo es cuando van a ser rentables aunque sea a medio y largo 
plazo, de no ser así es pan para hoy y hambre para mañana, salvo para algunos que se 
comen el pastel. El célebre “Plan E” fue una idea digna de los Hermanos Marx que para 
que anduviera el tren quemaban los vagones… ¡Más madera!
Yo no diría ¡indignaos! Como Hessel, diría, ¡despertaos!, no escuchéis a los demagogos 
qué, como dijo Ortega, son los demoledores de las civilizaciones.
Saldremos adelante con esfuerzo y trabajo, y recuperando lo que perdimos en una 
revuelta del largo camino hacia la Democracia: la decencia.

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